del profe luis bernerdo yepez
13/11/23 18:29 Contrib.Lectores
Luis Bernardo Yepes
Acerca de Salvo mi corazón todo está bien
Salvo mi corazón, todo está bien. Héctor Abad Faciolince
Una ficción para leer en clave de ficción o las alas del artista
Por: Luis Bernardo Yepes Osorio
Para nosotros, el autor de Salvo mi corazón, todo está bien se llama Héctor,
Héctor a secas. Con él hemos tenido la oportunidad de sentarnos varias veces a
conversar en nuestro Club de lectura Lectores 10, —nombre surgido porque el club
se inició en épocas lejanas a la pandemia en la Calle 10, en el estudio de fotografía
de Fernando Biancardi en el barrio El Poblado de la ciudad de Medellín—, y el hecho
de que su hermana Clara Abad, la de Héctor, sea integrante del club, nos ayuda, lo
podemos tener relativamente fácil con nosotros, claro que en honor a la verdad,
Héctor siempre ha acompañado mis caprichos y el de los que me rodean en esta
lucha bibliotecaria y lectora.
La primera vez que lo llevé a un club, fue a uno de jóvenes en la Biblioteca Pública
de Comfenalco Antioquia, el club se llamaba Hedras, debido al nombre con el que
un joven se hacía llamar (nunca supe su verdadero nombre, no eran épocas donde
pedíamos la cédula), nos pareció original. Leímos Angosta, nos gustó y alguien
dijo: “y si conversáramos con el autor, si que sería bueno”. Lo pensé unos minutos,
en esos años tenía el arrojo de la juventud, así que les dije, pues lo haremos. No
recuerdo cómo lo encontré y cómo lo atraje para que nos acompañara, pero lo hizo.
Llegó con su generosidad, con la sinceridad que lo caracteriza y conversó con
nosotros sobre esa especie de distopía urbana que es Angosta y nos reconoció
asuntos que en ese momento teníamos miedo de formularle, como el hecho de que
en la narración se dieran unas disertaciones filosóficas que quizá sobran. En otra
ocasión me acompañó a un encuentro de Cajas de Compensación Familiar en la
ciudad de Neiva, nos habló de bibliotecas ideales y llevó fotografías de colosales
bibliotecas norteamericanas, pues por esos días había visitado los EE.UU., y muy
aplicado adelantó en su viaje la tarea que le habíamos puesto. Así que su palabra
y presencia la he podido tener muy cerca en las discusiones que suele suscitar la
lectura y el ejercicio cultural.En los últimos días me ha acompañado a conversar en
los dos clubes de lecturaque dirijo: una charla la hicimos en una preciosa librería
llamada Tanta Tinta, en elmunicipio de El Retiro, y la otra en su propia casa, en
ambas le habíamos pedidohablar, donde pudiera, de su última narración: Salvo
mi corazón, todo está bien. Una novela escrita cuando Héctor sentía su corazón
roto, y no en un sentidofigurado, sino real.
La novela cuenta la historia de un cura apasionado por el cine y
la opera que tiene que esperar la aparición de un corazón afín que le debe ser
trasplantado porque su corazón es demasiado grande, crece. Él es gordo, pesado,
gigante, no es fácil conseguir un corazón enorme. La espera, la vivencia, lo que
acaece con la familia del narrador, un narrador prácticamente suplantado por ese
sacerdote ansioso de vivir, es parte de la trama de una novela que muchos juzgan
con el ojo de la “verdad”, la que ellos conocen de un protagonista bastante conocido
en Medellín y que se convirtió en un ícono de la cultura en esta ciudad. Héctor hace
una ficción de la vida del cura y de la propia, una ficción, a mi modo de ver amorosa,
verosímil, donde llena los vacíos que las puertas cerradas no le permiten ver, es
decir, hace su trabajo de novelista, con minucia, arandelas y una escritura que
atrapa, que nos lleva hasta el final de la historia y que nos invita a reflexionar sobre
la vida, la impotencia, los deseos, la furia, el miedo, la convivencia y la muerte.
En la conversación se le preguntó a Héctor reiteradamente por esa “verdad” que ha
creado, la de un fabulador, y la verdad real, la del protagonista y su entorno,
incluyendo la de él como autor. Ahí se centró la mayor parte de la conversación y
se desarrolló con furor porque muchos conocimos al espléndido sacerdote y
sentimos miedo de que su imagen viaje al futuro alterada, poco favorable: la suya y
la de sus amigos. Es el temor de que los habitantes de años venideros se queden
con todo lo narrado en esta novela, sin excepción, pero un integrante bien lo dijo, si
buscan conocerlo desde un punto de vista real tendrán que leer una biografía suya
o un libro de historia, porque Salvo mi corazón, todo está bien es una ficción. Yo
agrego: mal haremos en cortarle las alas a un artista, nos toca asumir el riesgo de
vivir en su tiempo y cercanía.
El Retiro, septiembre 12 de 2023
Una ficción para leer en clave de ficción o las alas del artista
Por: Luis Bernardo Yepes Osorio
Para nosotros, el autor de Salvo mi corazón, todo está bien se llama Héctor,
Héctor a secas. Con él hemos tenido la oportunidad de sentarnos varias veces a
conversar en nuestro Club de lectura Lectores 10, —nombre surgido porque el club
se inició en épocas lejanas a la pandemia en la Calle 10, en el estudio de fotografía
de Fernando Biancardi en el barrio El Poblado de la ciudad de Medellín—, y el hecho
de que su hermana Clara Abad, la de Héctor, sea integrante del club, nos ayuda, lo
podemos tener relativamente fácil con nosotros, claro que en honor a la verdad,
Héctor siempre ha acompañado mis caprichos y el de los que me rodean en esta
lucha bibliotecaria y lectora.
La primera vez que lo llevé a un club, fue a uno de jóvenes en la Biblioteca Pública
de Comfenalco Antioquia, el club se llamaba Hedras, debido al nombre con el que
un joven se hacía llamar (nunca supe su verdadero nombre, no eran épocas donde
pedíamos la cédula), nos pareció original. Leímos Angosta, nos gustó y alguien
dijo: “y si conversáramos con el autor, si que sería bueno”. Lo pensé unos minutos,
en esos años tenía el arrojo de la juventud, así que les dije, pues lo haremos. No
recuerdo cómo lo encontré y cómo lo atraje para que nos acompañara, pero lo hizo.
Llegó con su generosidad, con la sinceridad que lo caracteriza y conversó con
nosotros sobre esa especie de distopía urbana que es Angosta y nos reconoció
asuntos que en ese momento teníamos miedo de formularle, como el hecho de que
en la narración se dieran unas disertaciones filosóficas que quizá sobran. En otra
ocasión me acompañó a un encuentro de Cajas de Compensación Familiar en la
ciudad de Neiva, nos habló de bibliotecas ideales y llevó fotografías de colosales
bibliotecas norteamericanas, pues por esos días había visitado los EE.UU., y muy
aplicado adelantó en su viaje la tarea que le habíamos puesto. Así que su palabra
y presencia la he podido tener muy cerca en las discusiones que suele suscitar la
lectura y el ejercicio cultural.En los últimos días me ha acompañado a conversar en
los dos clubes de lecturaque dirijo: una charla la hicimos en una preciosa librería
llamada Tanta Tinta, en elmunicipio de El Retiro, y la otra en su propia casa, en
ambas le habíamos pedidohablar, donde pudiera, de su última narración: Salvo
mi corazón, todo está bien. Una novela escrita cuando Héctor sentía su corazón
roto, y no en un sentidofigurado, sino real.
La novela cuenta la historia de un cura apasionado por el cine y
la opera que tiene que esperar la aparición de un corazón afín que le debe ser
trasplantado porque su corazón es demasiado grande, crece. Él es gordo, pesado,
gigante, no es fácil conseguir un corazón enorme. La espera, la vivencia, lo que
acaece con la familia del narrador, un narrador prácticamente suplantado por ese
sacerdote ansioso de vivir, es parte de la trama de una novela que muchos juzgan
con el ojo de la “verdad”, la que ellos conocen de un protagonista bastante conocido
en Medellín y que se convirtió en un ícono de la cultura en esta ciudad. Héctor hace
una ficción de la vida del cura y de la propia, una ficción, a mi modo de ver amorosa,
verosímil, donde llena los vacíos que las puertas cerradas no le permiten ver, es
decir, hace su trabajo de novelista, con minucia, arandelas y una escritura que
atrapa, que nos lleva hasta el final de la historia y que nos invita a reflexionar sobre
la vida, la impotencia, los deseos, la furia, el miedo, la convivencia y la muerte.
En la conversación se le preguntó a Héctor reiteradamente por esa “verdad” que ha
creado, la de un fabulador, y la verdad real, la del protagonista y su entorno,
incluyendo la de él como autor. Ahí se centró la mayor parte de la conversación y
se desarrolló con furor porque muchos conocimos al espléndido sacerdote y
sentimos miedo de que su imagen viaje al futuro alterada, poco favorable: la suya y
la de sus amigos. Es el temor de que los habitantes de años venideros se queden
con todo lo narrado en esta novela, sin excepción, pero un integrante bien lo dijo, si
buscan conocerlo desde un punto de vista real tendrán que leer una biografía suya
o un libro de historia, porque Salvo mi corazón, todo está bien es una ficción. Yo
agrego: mal haremos en cortarle las alas a un artista, nos toca asumir el riesgo de
vivir en su tiempo y cercanía.
El Retiro, septiembre 12 de 2023