Acerca de "los alemanes" por Katharina E. Haller Hecker
23/06/24 15:23 Contrib.Lectores
Katharina E. Haller Hecker
Medellín, 12 de junio de 2024
Querido profesor, querida Ana Piedad. Me sorprendió y agradezco el que hubieran pensado en mí para comentar el libro “Los alemanes”. Había pensado en estar presente, pero me resisto a que me vean llorando como Fede al terminar el último capítulo…
Entiendo el dolor de los protagonistas Shuster, cargando una cruz que no les pertenece, pero de la que no pueden escapar. Perdonen mi falta de pudor si hablo de mí misma…
Y sí: recordé que alguna vez me avergoncé del exterminio como si yo hubiera estado ahí, sobre todo cuando visité Auschwitz. Pero luego, como Fede o Asteri, reflexioné que yo no participé, que no escogí a mis ancestros y que lo único que puedo hacer, es ponerme en los zapatos del otro y tratar, en la medida de mis condiciones, que muchas cosas no vuelvan a ocurrir.
Por eso no me es difícil pensar en lo que puede sentir el hijo de un ex guerrillero, de un paramilitar, de un drogadicto, en fin, de quien quiera que haya trasgredido por alguna razón que considera verdadera, el orden o como quiera que se llame lo que anhelamos para vivir en paz.
Y por eso también detesto a quienes promueven la guerra de una u otra forma. No solamente como el señor Shuster, financiando compras de armas o actos terroristas, sino, y muy especialmente a quienes se atreven a vivir tranquilos mirando hacia el otro lado cómo se expolia a los más débiles. Eso tal vez explica mi vehemencia que a algunos puede molestar. Claro que eso puede tener una explicación: al fin y al cabo la historia la escriben los “victoriosos” de las guerras. Porque fueron tan despiadados los alemanes como los ingleses en la India y Pakistán, o como los norteamericano en Viet Nam, o como los franceses en Argelia. Pero ellos salieron ganadores: por eso no son genocidas.
Creo que cuando me invitaron a este conversatorio, pensaron básicamente en mi condición de descendiente de alemanes y por eso me permito estas disgresiones. Pero ya basta de hablar de mí.
Confieso que nunca había escuchado hablar de los alemanes de Camerún. Sabía que arrasaron en su momento con Namibia, Togo y Tanzania. Y tampoco sabía que alguien hubiera pensado en serio en revivir el nazismo, fuera de algunas manifestaciones de ultraderecha que van reproduciéndose por el mundo.
En cuanto al contenido, me parece que el hecho de que comience y termine en un cementerio, muestra toda la tragedia que encierra la historia.
Me encantó el esquema del libro: que cada persona hable por capítulos me pareció sumamente novedoso y claro de entender. Confieso que me perdí en algunas elucubraciones de Berta, Eva o Fede sobre el pasado y la cultura a la que dicen pertenecer cuando ni siquiera conocieron el país. Pero eso no era lo esencial.
Me reí mucho cuando Berta afirma que “desconfía de quienes te resumen la física cuántica en dos párrafos” porque ahora todo el mundo se siente con autoridad para referirse al tema, y me aterré con el papel de las redes sociales en el “análisis” del hecho Shuster: nada de lo importante se analiza. Todo es un ataque despiadado por cosas que no tienen importancia. Me impactó cuando Eva dice: que nos juzguen por algo realmente grave, no por haber llevado un negocio… Cómo deberíamos de tener en cuenta esta situación para no tragar entero.
Para resumir, me gustó el libro. Siento que la historia de los Shuster, puede ser aquí y ahora, en cualquier parte del mundo. Pero también es cierto que los crímenes de lesa humanidad no se deben olvidar, para que no se repitan, aunque esa no parece ser la historia de quienes fueron víctimas y ahora son victimarios sin vergüenza.
Me apropio de esta parte que para mí, resume el libro: “Nadie comprende el dolor del otro, y nadie comprende la alegría del otro. Siempre pensamos ir hacia el otro, pero lo único que hacemos es pasar unos al lado de otros. Qué padecimiento para quien se da cuenta de eso… Ojalá, mi querida Berta, te hayamos acompañado mejor que eso. Ojalá hayamos hecho algo más que pasar a tu lado. Pero si no hemos podido hacer otra cosa, ojalá sepas que no hubo un privilegio mayor que verte pasar a nuestro lado”
Los abrazo a todos!
Kathy
Querido profesor, querida Ana Piedad. Me sorprendió y agradezco el que hubieran pensado en mí para comentar el libro “Los alemanes”. Había pensado en estar presente, pero me resisto a que me vean llorando como Fede al terminar el último capítulo…
Entiendo el dolor de los protagonistas Shuster, cargando una cruz que no les pertenece, pero de la que no pueden escapar. Perdonen mi falta de pudor si hablo de mí misma…
Y sí: recordé que alguna vez me avergoncé del exterminio como si yo hubiera estado ahí, sobre todo cuando visité Auschwitz. Pero luego, como Fede o Asteri, reflexioné que yo no participé, que no escogí a mis ancestros y que lo único que puedo hacer, es ponerme en los zapatos del otro y tratar, en la medida de mis condiciones, que muchas cosas no vuelvan a ocurrir.
Por eso no me es difícil pensar en lo que puede sentir el hijo de un ex guerrillero, de un paramilitar, de un drogadicto, en fin, de quien quiera que haya trasgredido por alguna razón que considera verdadera, el orden o como quiera que se llame lo que anhelamos para vivir en paz.
Y por eso también detesto a quienes promueven la guerra de una u otra forma. No solamente como el señor Shuster, financiando compras de armas o actos terroristas, sino, y muy especialmente a quienes se atreven a vivir tranquilos mirando hacia el otro lado cómo se expolia a los más débiles. Eso tal vez explica mi vehemencia que a algunos puede molestar. Claro que eso puede tener una explicación: al fin y al cabo la historia la escriben los “victoriosos” de las guerras. Porque fueron tan despiadados los alemanes como los ingleses en la India y Pakistán, o como los norteamericano en Viet Nam, o como los franceses en Argelia. Pero ellos salieron ganadores: por eso no son genocidas.
Creo que cuando me invitaron a este conversatorio, pensaron básicamente en mi condición de descendiente de alemanes y por eso me permito estas disgresiones. Pero ya basta de hablar de mí.
Confieso que nunca había escuchado hablar de los alemanes de Camerún. Sabía que arrasaron en su momento con Namibia, Togo y Tanzania. Y tampoco sabía que alguien hubiera pensado en serio en revivir el nazismo, fuera de algunas manifestaciones de ultraderecha que van reproduciéndose por el mundo.
En cuanto al contenido, me parece que el hecho de que comience y termine en un cementerio, muestra toda la tragedia que encierra la historia.
Me encantó el esquema del libro: que cada persona hable por capítulos me pareció sumamente novedoso y claro de entender. Confieso que me perdí en algunas elucubraciones de Berta, Eva o Fede sobre el pasado y la cultura a la que dicen pertenecer cuando ni siquiera conocieron el país. Pero eso no era lo esencial.
Me reí mucho cuando Berta afirma que “desconfía de quienes te resumen la física cuántica en dos párrafos” porque ahora todo el mundo se siente con autoridad para referirse al tema, y me aterré con el papel de las redes sociales en el “análisis” del hecho Shuster: nada de lo importante se analiza. Todo es un ataque despiadado por cosas que no tienen importancia. Me impactó cuando Eva dice: que nos juzguen por algo realmente grave, no por haber llevado un negocio… Cómo deberíamos de tener en cuenta esta situación para no tragar entero.
Para resumir, me gustó el libro. Siento que la historia de los Shuster, puede ser aquí y ahora, en cualquier parte del mundo. Pero también es cierto que los crímenes de lesa humanidad no se deben olvidar, para que no se repitan, aunque esa no parece ser la historia de quienes fueron víctimas y ahora son victimarios sin vergüenza.
Me apropio de esta parte que para mí, resume el libro: “Nadie comprende el dolor del otro, y nadie comprende la alegría del otro. Siempre pensamos ir hacia el otro, pero lo único que hacemos es pasar unos al lado de otros. Qué padecimiento para quien se da cuenta de eso… Ojalá, mi querida Berta, te hayamos acompañado mejor que eso. Ojalá hayamos hecho algo más que pasar a tu lado. Pero si no hemos podido hacer otra cosa, ojalá sepas que no hubo un privilegio mayor que verte pasar a nuestro lado”
Los abrazo a todos!
Kathy