La escopeta de caza de Yasushi Inoué
La escopeta de caza
Yasushi Inoué
«Todo el mundo ha enfebrecido leyendoLa escopeta de caza, tres cartas de mujeres; comentario lacónico:Les liasons dangereuses densidad haiku.» (Sylvain Pasquier,L'Express)
«Una honda meditación sobre la frustración del amor y, por encima de todo, sobre la humana soledad, todo lo cual no quita un ápice de interés por la absorbente intriga de esta novela que mantiene en vilo al lector... Apasionante» (Francisco Calvo Serraller,El País).
«Revela no solo la intensidad creadora del autor sino también el prodigioso dominio del matiz en la construcción mínima de grandes universos... Frágil y sólida pieza maestra» (Robert Saladrigas,La Vanguardia).
«Con una enorme naturalidad, el lector va penetrando en el relato, cautivado por su verismo y por la atmósfera. Todo ello demuestra la gran maestría de un autor que conjuga los valores de la literatura tradicional con la modernidad» (Clara Janés).
«Desolada novela que encierra el latido glacial de una honda tragedia... Un excepcional relato de uno de los más prestigiosos novelistas japoneses con-temporáneos» (Luis Mateo Díaz).
Yasushi Inoué
Yasushi Inoué (1907-1991) fue uno de los más prestigiosos novelistas japoneses del siglo XX. Académico, vicepresidente del Pen Club Internacional, mencionado en numerosas ocasiones para el Nobel, su extensa obra podría dividirse en dos períodos: el que se ocupa de la sociedad contemporánea y el que resucita el pasado mediante grandes frescos históricos. Ha recibido numerosos galardones, entre ellos el Premio Akutagawa (llamado el Goncourt japonés) en 1950 por La escopeta de caza.
La Tarea del Profe:
De Ana P. :
Soy Josuke Misugi, un desconocido tal vez para quien lea esta carta. En realidad, no sé a quién va dirigida, si al hombre de mediana edad que se interesa por la caza y se pasea con aire indiferente por el sendero del monte Amagi, yo mismo según aquel poema encontrado por azar en El compañero del cazador, o si al autor del poema. O Tal vez a Saiko, la mujer amada, que albergaba en su interior una serpiente blanca con escamas, aquella que se dejó seducir por aquel barco divisado una noche desde la ventana del hotel Atami cuyas llamas brillaban en la oscuridad, y me dejó abocado a mis recuerdos en esta nebulosa. O a Midori, la mujer porcelana, para interrumpir el silencio de años, restregar las heridas, devolver su desprecio y acrecentar la distancia. O a Shoko, sabedora, perdida en el mundo de su madre, sin padre.
Tampoco sé si lo hago respondiendo las cartas recibidas o como expiación. Si fuera en el dominio médico tal vez para indagar en mi ADN. ¿O para incursionar, por qué no? en el mundo de las letras siempre tan ajeno.
Tengo 45 años y perdida mi infancia. Padre rico en dinero y pobre en emociones. Hombre brutal del cual me alejé rápidamente al terminar mi adolescencia y puse por distancia dos provincias. Madre débil y sensible a la cual le quedó grande la vida. Nos veíamos a escondidas de aquel padre y llorábamos contemplando el crepúsculo. Cada día más pálida y ausente, se fue despegando de la vida hasta que una enfermedad huérfana se la llevó.
Heredé de un tío, hermano de mi padre, una fortuna nada despreciable y el amor y la pericia por la caza. Con el viví años de calma sumergido en la naturaleza. Los bosques y la brisa me acompañaron en mis días y en mis noches. El amor escaso no me visitaba, pero gozaba del calor humano de mis compañeros de vino.
Sin saber del amor e invocando la tradición me casé con Midori y el día de la boda me prendí de otros ojos, los de Saiko-san su prima cercana. El mundo empezó a girar a grandes velocidades y me arrastró la pasión por esa mujer familiar, separada de su marido y con una hija. Su destino y el mío se fueron fundiendo bajo negros nubarrones en el jardín de las delicias. El amor y la culpa de la mano y de la mano del pecado. ¿Era esto realmente pecado? ¿Un sentimiento
De Angela Cárdenas: