Lord Jim por Alberto Morales G.
03/03/21 11:25
LORD JIM, LA FATALIDAD DE UN ROMÁNTICO
Por Alberto Morales Gutiérrez
LORD JIM, LA FATALIDAD DE UN ROMÁNTICO
Por Alberto Morales Gutiérrez
Leímos este texto emblemático de Conrad no sin dificultad. Fuimos capaces de sobreponernos a los aparentes obstáculos de esta narración porque, si bien en un principio parece densa e ininteligible, fueron finalmente la suma de las discusiones grupales, las diferentes visiones sobre esta obra y la experiencia lectora de quienes se conectaron desde un principio, las que nos permitieron a la gran mayoría de nosotros, descubrir el carácter alucinante, profundo, sensible y trágico de este texto, tanto como el destino fatal del personaje.
Es el mismo Conrad quien lo sintetiza así, cuando Marlow y Stein acompañan a Jim ante el Rajá Allang: “cosa extraña, esa fatalidad que todavía otorgaba el sentido de una huida a todos sus actos…”. Tal vez en ese párrafo se encuentra el eje de esta narración y las dos palabras que la definen: Fatalidad y huida.
La estructura es compleja. Múltiples puntos de vista (no solo el de Marlow), un manejo de los tiempos que imprime a la novela un carácter caótico inicial y, desde luego, una escritura densa muy propia de la obsesión de Conrad por construir oraciones depuradas, impecables, frases largas, párrafos altamente descriptivos.
Decía en uno de nuestros encuentros alrededor de este libro, que el cerebro tarda un poco en asimilar este estilo pero que, una vez se adapta, la lectura fluye. Debo expresar adicionalmente que hay una diferencia entre la complejidad que ofrece la lectura en la primera parte y la fascinación que se desencadena con la inmersión de Jim en las profundidades de las selvas de Malasia.
Recién nos estábamos recuperando de la conmoción estética y emocional que nos brindó la lectura de “los Miserables”, en la que Jean Valjean se erige como un héroe perfecto, el típico héroe inmáculo de la novela romántica que, antes que ser humano es un personaje literario, y he aquí que Conrad nos ofrece la misma fórmula. Jim es a no dudarlo, una promesa de perfección que no encaja con la realidad. Las descripciones del personaje abundan en esa caracterización: “la leyenda ya lo había dotado de poderes sobrenaturales”
Hay mucho de determinismo en la historia de este marino, una especie de condena previa manejada por su destino trágico. Ahí, a bordo del Patna, luego de su choque imprevisto en un mar en calma, Jim se transfigura en un observador inerme de los acontecimientos que él ve como inexorables y es “arrastrado” a la barcaza de quienes abandonan la nave y a los 800 peregrinos que se encuentran en su interior. Nada se compadece con sus sueños de heroísmo cuando se planteaba la escena idílica de su proceder si alguna vez enfrentara un naufragio. Protagoniza, por el contrario, un acto de cobardía que en el caso de Jim, se reviste de un halo de gesto involuntario. Es la complejidad de su decisión la que se instala como el motor de su existencia de ese momento en adelante, pues Jim, que es perfecto, no puede perdonarse.
Para expiar su proceder, lo primero que hace es no huir. Enfrenta el juicio de manera solitaria y no sólo pierde su licencia sino que la vergüenza se convierte en la huella imborrable de su ser, se hace un paria.
Alejarse hasta un sitio recóndito en Malasia parece ser la fórmula ideal. Nadie lo conoce, nadie sabe su historia. Es allí en donde el héroe se transmuta en Lord Jim, Tuam el magnífico, un hombre querido y respetado cuyas proezas le convierten en leyenda. Es allí, además, en donde el amor sale a su encuentro. La redención está pues ahí, al alcance de su mano.
Jewel, la mujer que ha encontrado, es un personaje magnífico, la descripción de ese amor tiene ribetes notables: “su ternura revoloteaba sobre Jim como un palpitar de alas”
Todos los acontecimientos que se desencadenan para el desenlace de ese final trágico, cuando “decidió desafiar el desastre en la única forma que se le ocurrió que tal desastre podía ser desafiado”, son una suma de hechos que, narrados con extremo cuidado, con mesura, intensidad y belleza, ofrecen además un despliegue de talento que muestra al autor en toda su dimensión.
No puede uno menos que pensar en la frase contundente que le da Florentino Ariza en “El amor en los tiempos del cólera” al capitán del barco cuando le pregunta: “¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo?” y entonces nos dicen que él tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches: “toda la vida” .
De idéntica manera Lord Jim al ir a su cita final, le dio permiso a los trabajadores para irse a sus hogares. “durante cuánto tiempo Tuam? Preguntó uno de ellos. Para toda la vida, respondió él con tono sombrío”.
La lucha de Jewel por impedir que él vaya a donde ha decidido ir, a donde ella y él saben que ya jamás va a regresar, es una descripción soberbia: “no tengo ánimo para describir las visiones que ella me transmitió de la hora, poco más o menos, que pasó allí, luchando con él por la posesión de su propia dicha…”
Conrad tiene una virtud adicional: despliega una gran capacidad para entregar los datos esenciales que expresan sus intenciones de cara a lo que está escribiendo.
Hay un aparte en el que hablando sobre el joven Jim y tratando de describirlo, su interlocutor afirma que lo ha entendido todo pues se trata sin lugar a a dudas de “un romántico”.
Explica también un hecho relevante. Jim resume el conflicto entre la fantasía y la realidad. La adopción de esa culpa, el autocastigo que se inflinge tiene que ver con el hecho de que hay una ruptura entre el héroe que soñaba ser y la realidad de su cobardía ante un hecho fortuito. Los que lo observaban no entendían ese orgullo que lo hacía diferente. Ergston, cuando Marlow le explica su tendencia a rechazar trabajos corrientes y el abandono recurrente de otros en los que ha estado, porque no puede olvidar lo que pasó en el Patna, afirma contundente: “¿Y a quién demonios le importa eso? ¿Y quién demonios es él para tomarse así las cosas?.
Bueno, precisamente por tomarse así las cosas, pudimos disfrutar con emoción, la lectura de esta obra clásica que enriquece de manera notable todo lo que hemos hecho en este grupo a lo lago de los últimos diez años.
Por Alberto Morales Gutiérrez
Leímos este texto emblemático de Conrad no sin dificultad. Fuimos capaces de sobreponernos a los aparentes obstáculos de esta narración porque, si bien en un principio parece densa e ininteligible, fueron finalmente la suma de las discusiones grupales, las diferentes visiones sobre esta obra y la experiencia lectora de quienes se conectaron desde un principio, las que nos permitieron a la gran mayoría de nosotros, descubrir el carácter alucinante, profundo, sensible y trágico de este texto, tanto como el destino fatal del personaje.
Es el mismo Conrad quien lo sintetiza así, cuando Marlow y Stein acompañan a Jim ante el Rajá Allang: “cosa extraña, esa fatalidad que todavía otorgaba el sentido de una huida a todos sus actos…”. Tal vez en ese párrafo se encuentra el eje de esta narración y las dos palabras que la definen: Fatalidad y huida.
La estructura es compleja. Múltiples puntos de vista (no solo el de Marlow), un manejo de los tiempos que imprime a la novela un carácter caótico inicial y, desde luego, una escritura densa muy propia de la obsesión de Conrad por construir oraciones depuradas, impecables, frases largas, párrafos altamente descriptivos.
Decía en uno de nuestros encuentros alrededor de este libro, que el cerebro tarda un poco en asimilar este estilo pero que, una vez se adapta, la lectura fluye. Debo expresar adicionalmente que hay una diferencia entre la complejidad que ofrece la lectura en la primera parte y la fascinación que se desencadena con la inmersión de Jim en las profundidades de las selvas de Malasia.
Recién nos estábamos recuperando de la conmoción estética y emocional que nos brindó la lectura de “los Miserables”, en la que Jean Valjean se erige como un héroe perfecto, el típico héroe inmáculo de la novela romántica que, antes que ser humano es un personaje literario, y he aquí que Conrad nos ofrece la misma fórmula. Jim es a no dudarlo, una promesa de perfección que no encaja con la realidad. Las descripciones del personaje abundan en esa caracterización: “la leyenda ya lo había dotado de poderes sobrenaturales”
Hay mucho de determinismo en la historia de este marino, una especie de condena previa manejada por su destino trágico. Ahí, a bordo del Patna, luego de su choque imprevisto en un mar en calma, Jim se transfigura en un observador inerme de los acontecimientos que él ve como inexorables y es “arrastrado” a la barcaza de quienes abandonan la nave y a los 800 peregrinos que se encuentran en su interior. Nada se compadece con sus sueños de heroísmo cuando se planteaba la escena idílica de su proceder si alguna vez enfrentara un naufragio. Protagoniza, por el contrario, un acto de cobardía que en el caso de Jim, se reviste de un halo de gesto involuntario. Es la complejidad de su decisión la que se instala como el motor de su existencia de ese momento en adelante, pues Jim, que es perfecto, no puede perdonarse.
Para expiar su proceder, lo primero que hace es no huir. Enfrenta el juicio de manera solitaria y no sólo pierde su licencia sino que la vergüenza se convierte en la huella imborrable de su ser, se hace un paria.
Alejarse hasta un sitio recóndito en Malasia parece ser la fórmula ideal. Nadie lo conoce, nadie sabe su historia. Es allí en donde el héroe se transmuta en Lord Jim, Tuam el magnífico, un hombre querido y respetado cuyas proezas le convierten en leyenda. Es allí, además, en donde el amor sale a su encuentro. La redención está pues ahí, al alcance de su mano.
Jewel, la mujer que ha encontrado, es un personaje magnífico, la descripción de ese amor tiene ribetes notables: “su ternura revoloteaba sobre Jim como un palpitar de alas”
Todos los acontecimientos que se desencadenan para el desenlace de ese final trágico, cuando “decidió desafiar el desastre en la única forma que se le ocurrió que tal desastre podía ser desafiado”, son una suma de hechos que, narrados con extremo cuidado, con mesura, intensidad y belleza, ofrecen además un despliegue de talento que muestra al autor en toda su dimensión.
No puede uno menos que pensar en la frase contundente que le da Florentino Ariza en “El amor en los tiempos del cólera” al capitán del barco cuando le pregunta: “¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo?” y entonces nos dicen que él tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches: “toda la vida” .
De idéntica manera Lord Jim al ir a su cita final, le dio permiso a los trabajadores para irse a sus hogares. “durante cuánto tiempo Tuam? Preguntó uno de ellos. Para toda la vida, respondió él con tono sombrío”.
La lucha de Jewel por impedir que él vaya a donde ha decidido ir, a donde ella y él saben que ya jamás va a regresar, es una descripción soberbia: “no tengo ánimo para describir las visiones que ella me transmitió de la hora, poco más o menos, que pasó allí, luchando con él por la posesión de su propia dicha…”
Conrad tiene una virtud adicional: despliega una gran capacidad para entregar los datos esenciales que expresan sus intenciones de cara a lo que está escribiendo.
Hay un aparte en el que hablando sobre el joven Jim y tratando de describirlo, su interlocutor afirma que lo ha entendido todo pues se trata sin lugar a a dudas de “un romántico”.
Explica también un hecho relevante. Jim resume el conflicto entre la fantasía y la realidad. La adopción de esa culpa, el autocastigo que se inflinge tiene que ver con el hecho de que hay una ruptura entre el héroe que soñaba ser y la realidad de su cobardía ante un hecho fortuito. Los que lo observaban no entendían ese orgullo que lo hacía diferente. Ergston, cuando Marlow le explica su tendencia a rechazar trabajos corrientes y el abandono recurrente de otros en los que ha estado, porque no puede olvidar lo que pasó en el Patna, afirma contundente: “¿Y a quién demonios le importa eso? ¿Y quién demonios es él para tomarse así las cosas?.
Bueno, precisamente por tomarse así las cosas, pudimos disfrutar con emoción, la lectura de esta obra clásica que enriquece de manera notable todo lo que hemos hecho en este grupo a lo lago de los últimos diez años.