la vorágine contr. de Ramiro Isaza
26/11/19 18:17 Contrib.Lectores
LA VORÁGINE
En la novela que José Eustasio Rivera de 36 años
publicó en 1924, adquieren
LA VORÁGINE
En la novela que José Eustasio Rivera de 36 años publicó en 1924, adquieren significado dos de las tres definiciones que de Vorágine trae el diccionario de la Real Academia de la Lengua:
• Pasión desenfreanda ó mezcla de sentimientos muy intensos y
• Aglomeración confusa de sucesos, de gentes, ó de cosas en movimiento.
En ella, los acontecimientos no dan tregua: el uno desemboca en el otro, y el otro en el siguiente. Y si aparentemente son confusos, en la medida que avanzan van adquiriendo coherencia como pinceladas de un gran lienzo donde el pasiaje, primero en la sabana de Casanare y luego en las selvas de Vichada, es el gran telón de fondo enmarcar su historia.
Gran telón de fondo que se poco a poco convierte en protagonista, pues su presencia es tan contundente como abrumadora: las fuerzas teluricas son superiores a las fuerzas humanas; el Hombre es un pequeño accidente en medio de una naturaleza que todo lo envuelve y todo lo engulle.
El Hombre con sus precarias herramientas y con sus pasiones mezquinas en una lucha desigual y siempre perdedora, trata de imponerse rasguñando apenas la corteza de los árboles.
En esa lucha, el Hombre se ve degradado y esclavizado y saca del fondo de su ser, lo más oscuro de la psique humana, se rebaja a la condición de animal que lucha por sobrevivir, por un mendrugo, por poseer una hembra, por establecer unos poderes sobre las miserias de los otros y sobre las propias.
Arturo Cova, el protagonista, huye de la ciudad en un viaje que parece no tener propósito alguno, enfrentado a un mundo que le es ajeno, donde la falta de ley es la ley, donde, en una espiral de violencia, termina por confundirse con quienes había mirado si bien no con desprecio, si con una mirada distante y ciudadana.
Arturo Cova siempre estará huyendo de si mismo, y quizá sólo encuentra reposo en el final, en la muerte, la nada, en el volver de sus restos mortales a ser humedad, follaje y silencio verde.
En la novela que José Eustasio Rivera de 36 años publicó en 1924, adquieren significado dos de las tres definiciones que de Vorágine trae el diccionario de la Real Academia de la Lengua:
• Pasión desenfreanda ó mezcla de sentimientos muy intensos y
• Aglomeración confusa de sucesos, de gentes, ó de cosas en movimiento.
En ella, los acontecimientos no dan tregua: el uno desemboca en el otro, y el otro en el siguiente. Y si aparentemente son confusos, en la medida que avanzan van adquiriendo coherencia como pinceladas de un gran lienzo donde el pasiaje, primero en la sabana de Casanare y luego en las selvas de Vichada, es el gran telón de fondo enmarcar su historia.
Gran telón de fondo que se poco a poco convierte en protagonista, pues su presencia es tan contundente como abrumadora: las fuerzas teluricas son superiores a las fuerzas humanas; el Hombre es un pequeño accidente en medio de una naturaleza que todo lo envuelve y todo lo engulle.
El Hombre con sus precarias herramientas y con sus pasiones mezquinas en una lucha desigual y siempre perdedora, trata de imponerse rasguñando apenas la corteza de los árboles.
En esa lucha, el Hombre se ve degradado y esclavizado y saca del fondo de su ser, lo más oscuro de la psique humana, se rebaja a la condición de animal que lucha por sobrevivir, por un mendrugo, por poseer una hembra, por establecer unos poderes sobre las miserias de los otros y sobre las propias.
Arturo Cova, el protagonista, huye de la ciudad en un viaje que parece no tener propósito alguno, enfrentado a un mundo que le es ajeno, donde la falta de ley es la ley, donde, en una espiral de violencia, termina por confundirse con quienes había mirado si bien no con desprecio, si con una mirada distante y ciudadana.
Arturo Cova siempre estará huyendo de si mismo, y quizá sólo encuentra reposo en el final, en la muerte, la nada, en el volver de sus restos mortales a ser humedad, follaje y silencio verde.